Tengo la suerte de compartir dos pasiones con mi hijo mayor de casi 17 años: el tenis y el running. Al ver cómo poco a poco iba mejorando sus marcas, decidí comentarle en el coche de camino a la salida de un 10 km hace un mes.

  • «Hoy te toca correr sin respeto para tu padre”.

A lo que mi hijo me contestó:

  • «Papa, respeto, ¡siempre!»

Y precisó:

  • «Venga, con respeto, de acuerdo, pero sin piedad, ¿vale? ¡y en ambos sentidos!»

«Con respeto; sin piedad»: El resultado un mes más tarde son dos tie breaks en el tenis (uno ganado por cada lado) y dos sprints en carreras; en los dos me pasó él por delante en los últimos 50 metros. ¡Una imagen vale mil palabras!

Y aquí observamos la llegada de un trial de 10 km de montaña después de un fuerte desnivel de 300 metros; el arco rojo en el fondo se encuentra en el punto 9,9 km. Y a esta altura gracias a la curva previa pude mirar atrás y comprobar que me quedaba margen por delante de mi hijo pese a que escuchaba el impacto de sus pisadas que aceleraban. En la cuesta arriba me pasó con fuerza, brillantemente… y me consta que yo dí todo lo que tenía dentro para competir.

Lo remarcable del tema es entender qué motor fue aquel que le hizo buscar fuerzas escondidas a un joven de menos de 17 años para acelerar después de 9,9 km de distancia y tanto desnivel.

Sí… la competitividad; esa emoción tan esencial al ser humano. Ese afán de … GANAR… Ese motor le dio la fuerza de acelerar cuando ( y me lo reconocería después) él pensaba que ya estaba agotado. Y con el aliciente adicional de ganarle… a su padre. Este es el motor esencial, hermoso y positivo del deporte: la superación. Esta emoción permite dar luz y sentido a muchas actividades en distintos ámbitos de la vida.

La motivación es la clave del éxito

Mis clientes, directivos de cadenas de tiendas muchas veces me preguntan si es bueno compartir los resultados de venta abiertamente a todos los vendedores. Yo siempre les respondo que . Y de forma transparente y desapasionada. La competitividad es uno de los motores que nos anima. El líder tiene ahí la responsabilidad de asegurar que cada cual, en todo momento, decida, dar el empujón, a la victoria. De esta manera, cuando el vendedor llegue a su casa y cuando su pareja le pregunte por la noche:

  • “¿Qué tal el día?”

En vez de responder:

  • “pues, normal, como siempre…”

Tenga la oportunidad de decir:

  • “He conseguido el Ticket Medio más alto. Aun iba bajo a las 18h, pero en las 2 ultimas horas, le di un acelerón brutal. Y esto contribuye al éxito global de la tienda.”

¿ Qué contexto debe generar un líder para que esta discusión se produzca?

Una distinción del coaching ontológico radica entre Competitividad y Celos.

– La competitividad es una emoción sana, constructiva que invita a superarse tomando como referencia a los compañeros o a sus propias marcas; la competitividad nace de una seguridad en sí mismo que invita a la superación.

– Los celos, en cambio, nacen de una emoción esencialmente irracional o mal gestionada que deja “enganchado” a otra persona que nos parece privilegiada; los celos nacen de una inseguridad en sí mismo.

Donde no hay confianza, cualquier iniciativa se malinterpreta y se presta a brotes de celos. Donde el líder establece un contexto de confianza puede brotar la competitividad sana que tira a todos los miembros hacia arriba. En el marco de una tienda o una cadena de tiendas, esta competitividad sana basada en el benchmark, la observación de los mejores en cada aspecto, genera mejor conversión, precio medio y UPT.

Nadie es malo en todo; ni nadie es bueno en todo. Conocerte a ti mismo para dar el acelerón cuando toca… y ganar; al menos a tus propios ojos y contribuir a dar sentido a tu jornada de trabajo.

¡ Con respeto; sin piedad!

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